Esta semana viajamos a Italia para conocer al polifacético artista Pirro Ligorio (Nápoles 1510/1513-Ferrara 1583). Desde temprana edad se interesó por las artes, convirtiéndose en 1534 en superintendente de los monumentos antiguos de los Papas Pío IV y Paulo IV en Roma. Con el paso de los años, Pirro comenzó a destacar en otras artes plásticas siendo un reconocido pintor, paisajista y arquitecto. Trabajó con arquitectos de la talla de Vignola y de Giacomo della Porta. Con este último, se le encargó el gran proyecto de terminar la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Sin embargo, por algunas desavenencias con el Papa Pío V en 1568, abandonará Roma y se irá a Ferrara donde fallecerá en 1583.
En 1516, a los pocos años de nacer Pirro Ligorio, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano heredará de su madre Juana los dominios de Castilla, Aragón, los primeros dominios de América, Sicilia, Cerdeña y, por último, el Reino de Nápoles (como Rex Neapolis). De este modo, el artista italiano entrará en la órbita de la Monarquía Hispánica. En 1559, Pirro Ligorio realizará el mapa “Nova totius Hispaniae descriptio” basado en el que Paletino Corsulensis publicó ocho años antes. La obra tiene unas dimensiones de 39,5 x 53,5 centímetros. Más adelante, el plano de Ligorrio será reproducida por el neerlandés Gerard de Jode en el atlas “Speculum Orbis Terrarum” con algunos cambios geográficos.
El mapa de Pirro muestra una serie de características geográficas como el relieve por montes de perfil y sombreado, el arbolado y los principales ríos. Además, aparecen las costas sombreadas, los nudos de rumbos y, las principales ciudades, indicadas mediante círculos y edificaciones por importancia.
En el margen inferior derecho aparece el título del plano y una mención de responsabilidad en cartela arquitectónica. En el ángulo izquierdo, aparece un gran compás abierto sobre una escala gráfica.
En el mapa de Pirro, se pueden identificar dos tipos de poblaciones. En primer lugar, las ciudades importantes que acompaña al topónimo una serie de construcciones como en Murcia, Orihuela o Valencia. Esta última, contaba con una población estimada entre 47000 y 53000 habitantes, siendo la segunda ciudad más importante tras Sevilla. La capital del Turia era el principal centro financiero del este peninsular. Su riqueza radicaba en el fuerte componente agrícola y artesanal gracias a la mano de obra morisca.
Por otra parte, en mayor medida aparecen otra serie de municipios situadas con un pequeño círculo. Es el caso de Albacete, Villena, Chinchilla o Almansa. En 1561, año próximo al mapa de Ligorio, Albacete era la más poblada con 3694 habitantes. La capital del Marquesado, Villena, contaba con 2753 habitantes. El tercer lugar lo ocupaba Chinchilla de Montearagón con 2648. Por último, se encontraba Almansa con 2636 habitantes (Lemeunier 1983). Las causas de la inexistencia de grandes núcleos de población en la provincia de Albacete se deben a las condiciones climatológicas y orográficas de la zona. Nuestra comarca y zonas aledañas tienen una elevada altitud que supera los 700 metros. Además, presenta unos escasos recursos hídricos que han motivado una agricultura de secano basada en el cereal, la vid, el olivo y los pastos.
Sin embargo, Almansa, a pesar de no contar con una gran población, fue una localidad de referencia para mapas y portulanos. Nuestra ciudad, ubicada en un importante cruce de caminos, aparece en un sinfín de planos ya que marca el paso de la Meseta Castellana hacía el Levante peninsular. Así, aparece como una de las principales poblaciones de frontera en un portulano del Reino de Valencia de 1587.
José Ibáñez – Historiador