En esta ocasión, retomamos nuestro viaje en el tiempo a través de la cartografía histórica de la mano de Gerard de Jode y Pirro Ligorio. El neerlandés Gerard de Jode (1509-1591) destacó en las artes plásticas siendo un virtuoso grabador, cartógrafo y editor. Tras pasar unos años en su ciudad natal (Nimega), se trasladó a Amberes para desarrollar su carrera en el gremio de San Lucas. Su obra más reconocida es el Speculum Orbis Terrarum datada en 1578. Se trata de un atlas que consta de dos volúmenes destinado a competir con la obra del cartógrafo flamenco Ortelius Theatrum Orbis Terrarum.
Respecto al napolitano Pirro Ligorio, (1510/1513-1583) desde temprana edad se interesó por las artes, convirtiéndose en 1534 en superintendente de los monumentos antiguos de los Papas Pío IV y Paulo IV en Roma. Con el paso de los años, Pirro comenzó a destacar en otras artes plásticas siendo un reconocido pintor, paisajista y arquitecto. Trabajó con arquitectos de la talla de Vignola y de Giacomo della Porta. Con este último, se le encargó el gran proyecto de terminar la cúpula de la Basílica de San Pedro en el Vaticano. Sin embargo, por algunas desavenencias con el Papa Pío V en 1568, abandonará Roma y se irá a Ferrara donde fallecerá en 1583.
El mapa en cuestión está datado en 1578 y está grabado en cobre. Representa la península Ibérica, las islas Baleares y algunas plazas del norte de África. En la parte superior izquierda aparece el nombre del italiano Pirro Ligorio y la descripción Nova Descriptio Hispaniae. El mapa está grabado por Johannes y Lucas van Doeticum para Speculum Orbis Terrarum de Gerard de Jode. A pesar de la dedicación que puso en ella, no tuvo el mismo éxito comercial que la obra de Ortelius. Tras el fallecimiento de De Jode, su hijo Cornelis y su viuda llevaron el negocio volviendo a publicar la obra en 1593. Las placas de impresión fueron vendidas en 1600 a Jan Bastista Vrients y, posteriormente, al propietario de las placas de Ortelius. De este modo, al tener las placas, podía detener la producción de una nueva edición de la obra Speculum Orbis Terrarum.
La obra presenta una serie de características como la longitud y la latitud. En el margen inferior derecho, aparece la escala gráfica en leguas hispánicas. Sobre él, aparece la corona real y el escudo de España. Además, presenta el relieve mediante perfiles de montañas abatidas y la planimetría con las ciudades más destacadas de la península. Respecto a la hidrografía, se representan los principales ríos de España y Portugal. En el mar, aparecen una serie de galeones y peces fantásticos.
La necesidad de solucionar el problema hídrico en la comarca de Almansa llevó a sus vecinos a realizar una serie de obras hidráulicas a lo largo de su historia. La orografía y la climatología de Almansa ha sido un impedimento para el desarrollo de la ciudad. No obstante, 1578 será el año que marcará el devenir histórico de la población.
Las aguas de Alpera y de las lluvias llenaban un pequeño embalse natural conocido como regajo de Peñarrubia. Viendo la oportunidad para Almansa, el concejo ideó la construcción de una pequeña presa que pudiera almacenar mayor capacidad hídrica. De este modo, entre 1530 y 1538 comenzaron las obras de la presa a cargo del maestro Juan de Aranguren con un coste de 6600 reales. Sin embargo, las grandes acometidas de agua hicieron que la presa acabara por desmoronarse a los pocos años.
El concejo almanseño volvió a retomar la idea de la construcción de la presa. De este modo, en 1577 se consiguió una real provisión del monarca Felipe II para la autorización de las obras. El ayuntamiento se reunió el 14 de septiembre de 1578 dando por inicio la construcción de la presa almanseña. Los trabajos comenzaron con el acondicionamiento de la cimentación y el labrado de piedras. Así, entre 1584 y 1586 se levantó la presa con una altura de 12,5 metros. El grosor tenía unas dimensiones de 16,74 metros en los estribos y 10,28 en el centro. Lo más peculiar de su construcción fue su forma de arco y el muro de contención en gradas. Esta configuración sería imitada en presas posteriores como la de Tibi o Elche. Así, presentaba 16 gradas de sillería en escalones con forma descendente. El coste de la obra alcanzó los 117.245,93 reales de los que un 72% fueron sufragados por los propietarios de las tierras del Hondo.
El coste económico fue alto para una población que rondaba los 3000 habitantes en 1578. Sin embargo, con la construcción de la presa se aseguraba el suministro de riego para una población que a partir de ahora alejaba el fantasma del hambre.
José Ibáñez – Historiador